«Se fueron los comunistas y vinieron los especuladores.»
Svetlana Alexiévich
El más reciente documental del director británico Adam Curtis, Russia 1985-1999 TraumaZone[1], está ya disponible en YouTube. En él recrea los últimos 15 años de la Unión Soviética, desde el anuncio de la Perestroika hasta el surgimiento de Vladímir Putin. Sin embargo, en un golpe de casualidad ―o tal vez no― ese convulsionado mundo que nos proyecta tiene un enorme parecido con el Reino Unido “post-Brexit”. Así como el desastroso experimento neoliberal de Rusia[2] allanó el camino para una mayor corrupción y una desigualdad severa, en este momento hay una clara sensación que la Gran Bretaña está por fragmentarse y la economía está a punto de colapsar. La reciente huelga del Real Colegio de Enfermería, la primera en más de 100 años, reafirma que es la precarizada clase trabajadora de Inglaterra, que enfrentará este invierno una espiral en el costo de vida tras dos décadas de pérdida en su poder adquisitivo, la que carga siempre con la voracidad y la corrupción de las élites.
Curtis, que tiene un acceso privilegiado a los archivos fílmicos de la BBC, genera en sus producciones una experiencia hipnótica utilizando fragmentos de miles de horas de vídeo. El cineasta ha desarrollado un método para organizar nuestra ignorancia del pasado transportándonos a otros lugares y a otros tiempos de tal manera que permite darnos una idea de cómo era vivir en ese mundo. El documental nos traslada hasta el interior de los departamentos de las personas, logrando que podamos sentir junto con ellos ira, conmoción, desesperanza, desconcierto, agotamiento y el sentimiento de traición al sufrir el colapso del comunismo y la democracia en el lapso de una década. Con esta experiencia es muy difícil no concluir que los defensores del libre mercado de línea dura, que se impusieron en Rusia con la caída del comunismo, tenían tanta empatía por la gente común como los intelectuales marxistas.
Rusia terminó cayendo en manos de una oligarquía brutal que impuso a Putin al frente de un gobierno autoritario nacionalista que alimenta la guerra en Ucrania. El documental es también una terrible advertencia para el resto del mundo cuando poderosos oligarcas se adueñan de los recursos naturales, la infraestructura, las instituciones y hasta los medios de comunicación de cualquier nación. Esta amenaza acecha a todas las estructuras de poder político, desde las teocracias como al islamismo radical de Irán; las tecnocracias autocráticas como la de China; así como a las democracias occidentales, que a raíz de la crisis financiera de 2008 y con el auge de las redes sociales, sus sociedades se han polarizado. El descarado coqueteo con el fascismo en múltiples países del mundo occidental es un claro reflejo de la efectividad de quienes apelando al miedo y el rencor a enemigos pasados o imaginarios logran manipular las emociones de su población para facilitar el control social.
Mientras la economía del Reino Unido continuaba en franca contracción en el octubre pasado, el efímero gobierno de Liz Truss impulsó una versión más extrema del proyecto neoliberal, lo que generó un sentimiento similar al que se vivió en la Unión Soviética en 1988. Una percepción de que todo mundo sabía que el sistema ya no estaba funcionando y que los políticos sabían que todo mundo sabía que ellos lo sabían. Igual que en Moscú entonces, ahora en Londres, nadie en la oposición, ni el gobierno, ni los periodistas, ni los académicos e intelectuales y ni siquiera entre millones de ciudadanos tenían idea de una posible alternativa.
Lo que nos impide concebir otros mundos más solidarios es el individualismo radical que vivimos, en donde lo más importante son nuestros sentimientos, y que nos hace vulnerables a la manipulación emocional. Y es que cuando las cosas van bien el individualismo es muy placentero, pero cuando las cosas van mal perdemos la confianza en nosotros mismos, y al estar aislados de las estructuras de organización comunitaria y al haber perdido la capacidad de acción colectiva ―la única fuerza que permite avanzar los cambios estructurales que necesitamos― se debilita nuestro poder social. Para imaginar un sistema alternativo, el diagnóstico político nos obliga a descubrir los intereses económicos oligárquicos detrás de toda estructura de poder y así impulsar la transformación social de manera consciente evitando ser manipulados tanto por las ideologías emocionales woke de la progresía internacional[3] como por los delirios de persecución de los populismos anti derechos de grupos conservadores.
Russia 1985-1999: TraumaZone (Trailer – Adam Curtis) Disponible en Youtube, en 7 Capítulos de una hora aproximadamente.
Cuando los intentos de reforma de Gorbachov desestabilizan un sistema político y económico ya debilitado, incitan movimientos nacionalistas e independentistas y finalmente conducen al colapso de la Unión Soviética en 1991, los nuevos estados independientes caen en territorios desconocidos. De la noche a la mañana, Rusia pasa por una «terapia de choque», donde se eliminan todos los controles sobre los precios para crear un sistema que intentaría encontrar su equilibrio natural. En cambio, reformas neoliberales tan drásticas dan como resultado un exceso de muertes y una disminución de la esperanza de vida. También allanan el camino a más corrupción. En toda la región postsoviética, comienzan las guerras civiles, los individuos oportunistas engullen las industrias nacionales y se convierten en oligarcas, y las implementaciones apresuradas de políticas para crear economías de mercado dan como resultado recesiones profundas y prolongadas, con un aumento de la pobreza de más de diez veces. Nada resume mejor la tragedia que un Yeltsin borracho mirando la pared y diciéndole a su guardaespaldas que “ellos [los oligarcas] están saqueando Rusia”.
Juan Antonio de Castro acuña el término progresía internacional para señalar el movimiento que promueve la idea de Nuevo Orden Mundial, donde se muestra que se han canalizado grandes cantidades de dinero por medio de fundaciones, redes sociales, académicos y tanques de pensamiento y han atrapado a una cantidad muy importante de personas jóvenes con ideas progresistas.