La Cumbre de líderes de América del Norte, celebrada recientemente en la Ciudad de México, reveló el poder real de EE. UU. sobre las naciones del T-MEC. En la Declaración de Norteamérica vimos que los acuerdos alcanzados en materia de migración e inclusión se anteponen a los temas de seguridad regional y que las resoluciones sobre cambio climático y medio ambiente promueven la migración hacia automóviles eléctricos por encima de la inversión en medios de transporte masivo. En materia de salud, se favoreció el combate a las drogas en lugar de promover la producción de alimentos sanos. Sobre competitividad, se pactó la integración regional antes de reconfigurar el modelo de desarrollo económico con base en las necesidades humanas y dentro de los límites del ecosistema[1].
Dicha declaración pone en evidencia que, para recuperar nuestra autonomía en materias de energía, salud y alimentos, debemos enfrentar los intereses creados detrás de los acuerdos que norman los intercambios de bienes y servicios en nuestra región. Noam Chomsky, a propósito de los efectos del TLC[2], resaltó que los tratados de libre comercio son realmente convenios de protección de inversiones privadas que, al ser firmados entre los gobiernos de sus países, ocultan los enormes intereses corporativos y financieros detrás de los asuntos comerciales.
Para sacar adelante la Cumbre, México tuvo que dar una tregua en su lucha contra el maíz transgénico, aumentar la cuota de asilo a migrantes de ciertos países y acceder al patrullaje en conjunto con fuerzas estadounidenses en nuestra frontera sur.[3] Asimismo, para impulsar el Plan Sonora,[4] se alineó a la integración regional de la “Ley del Chip” promulgada en agosto pasado por Estados Unidos para reconfigurar las cadenas de suministro de semiconductores en la competencia tecnológica y militar que libra el país del norte contra China.
Todo lo anterior parece antagónico a la larga tradición pacifista de México de promoción del desarme; opuesto a nuestra soberanía y contradictorio con la Política de Desarrollo del Gobierno de México.[5] Sin embargo, no podemos olvidar con quién estamos tratando. Semanas después de que cayera el Muro de Berlín en 1989, y para proteger sus intereses geopolíticos y el aseguramiento de materias primas estratégicas, EE. UU. invadió Panamá, al año siguiente ya estaba en marcha la operación “Tormenta del Desierto”. Junto a la OTAN, bombardeó Yugoslavia y para principios de la siguiente década, con el pretexto de los ataques del 11 de septiembre, invadió Afganistán; luego Irak, promovió la “Primavera Árabe” y provocó los conflictos en Siria y Libia; hasta que Rusia invadió Ucrania.
El reciente golpe de Estado en Perú, así como otros fenómenos de violencia en México y la región —atribuidos por la maquinaria propagandística de los medios corporativos y las series de Netflix al trasiego de drogas— son resultado de una “guerra híbrida” por el control del territorio y los recursos de la región. Después del infame tuit de Elon Musk[6] —hoy borrado— a propósito del golpe de Estado en Bolivia y el litio, sólo los más ingenuos dudan que los recursos naturales de América Latina servirán a los intereses geopolíticos de los EE. UU., por las buenas o por las malas.
Para enfrentar las amenazas a su hegemonía, Estados Unidos hace demandas cada vez más intransigentes a sus socios y países tributarios. Por ejemplo, la inflación, escasez de alimentos y altos costos de energía que pagan los ciudadanos europeos por las sanciones que les obligaron a imponer a Rusia, han puesto a tambalear a sus gobiernos. Hoy se ven obligados a enviar tanques a Ucrania aumentando el riesgo de un conflicto mayor en su propio continente.
Flojito y cooperando para la integración regional, México gana tiempo para recuperar la soberanía energética; alimentaria y fortalecer su sistema de salud, tan vulnerados por las privatizaciones y la apertura comercial. La historia nos recuerda que oponerse y resistir —como lo hizo Cuba con la Alianza para el Progreso en 1961— deterioró las condiciones de vida de su población con el aislamiento y acoso desatados en represalia por su atrevimiento. Y no es que las dictaduras militares que domesticaron a las repúblicas sudamericanas hubieran sido preferibles, pero los mexicanos evitamos lo uno y lo otro. Para que México prospere en un mundo con poderosos actores dispuestos a cometer cualquier atrocidad para alcanzar sus fines se requiere de liderazgos excepcionales que pongan por encima de todo el bienestar de su población. Con esto se obtiene el respaldo popular que nos blinda de intervenciones y golpes de estado para vivir nuestra democracia en paz.
Declaración de Norteamérica (DNA) – United States Department of State
Chomsky y los «mitos» del libre comercio – BBC News Mundo
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Plan Sonora busca aprovechar detonación de semiconductores de Arizona y modernización de los puertos fronterizos
Bienestar social, rescate del sector energético y seguridad pública, prioridades del gobierno: presidente AMLO
We will coup whoever we want! Deal with it. — Elon Musk (@elonmusk) July 25, 2020