El famoso mimo francés Marcel Marceau tuvo una faceta heroica durante la Segunda Guerra Mundial que es poco conocida. Junto con su hermano y un grupo de judíos scouts franceses[1] organizó expediciones para llevar a través de los Alpes a niños cuyos padres habían sido deportados a los campos de exterminio nazis. El film Resistance[2], disponible en Netflix, da cuenta de esta historia, la cual me conmovió y emocionó por tres razones: la primera, porque fui miembro activo del movimiento scout diez años cuando viví en Monterrey; la segunda, por mi reciente inscripción en el Registro Civil español, concesión que nos hacen a los sefardíes originarios de España, y, por último, porque me hizo recordar uno de esos afortunados eventos de la vida en el que pude conversar largo y tendido en un vuelo comercial con Marcel Marceau en una de sus giras por México.
En aquel encuentro casual, que empezó con un “Êtes-vous Marcel Marceau?” y donde la paciencia de mi interlocutor permitió salvar las barreras del lenguaje, llevamos la plática del México de principios de este siglo al París recién liberado en donde inició sus estudios formales de actuación a los veinte años, al tiempo que realizaba los actos callejeros que lo convertirían en el mejor mimo del mundo.
Según cuenta la película Resistance, el primer contingente de niños judíos alemanes refugiados llega a Estrasburgo en 1938 cuando Marceau tenía quince años, quien junto a un grupo mixto de scouts se hizo cargo de las tareas de cuidado de estos huérfanos cuyos padres fueron asesinados por los Nazis. Adquirir responsabilidades relevantes desde muy jóvenes, siendo a su vez encargados de enseñar a otros aún menores a cumplirlas, es una de las habilidades del liderazgo scout[3]. Es por esto que no me extrañó que, al estallar la guerra, los scouts asumieran la enorme y peligrosa tarea de guiar a cientos de niños en múltiples excursiones por la cordillera alpina para cruzar la frontera con Suiza y ponerlos a salvo del holocausto.
El proceso de reparación a sefardíes de España, que tiene fuertes matices de ingeniería social en un país con tasas de crecimiento poblacional negativo, ha sido también un ejercicio muy interesante para entender la historia familiar. Los Garza, por ejemplo, fueron un pequeño clan de «cristianos nuevos» de ascendencia judía, oriundos de Lepe, y que en determinado momento atrajeron la atención de la Santa Inquisición, lo cual empujó a varios de ellos a huir a las Islas Canarias. Tal fue el caso del Capitán Marcos Alonso Garza y del Arcón, que proveniente de la Isla de la Palma llegó a la Ciudad de México. Ahí se casó con Doña Juana de Treviño para luego avecinarse en el pueblo minero de Real de Mapimí. Uno de sus hijos, Blas de la Garza, se estableció en el Nuevo Reino de León, trece generaciones después me tocó nacer a mí.
Es inevitable establecer la conexión entre los niños salvados por Marcel Marceu y el peregrinaje de mi antepasado para poder vivir y trascender. Nacer en Huelva y morir en Nueva Vizcaya. Que uno de sus hijos se estableciera en Monterrey en el siglo XVII y que su descendencia hubiera contribuido desde entonces a la formación de una de las sociedades más pujantes de México, no es poca cosa. Ahora, si todo esto ocurrió con solamente uno de los hijos de Sión que sobrevivió al Santo Oficio, imaginemos la cantidad de historias de vida de los cientos de niños huérfanos rescatados del Nazismo y la relevancia de su existencia.
El mantra de los judíos, desde que se liberaron de Egipto para construir una nueva sociedad, ha sido el de un pueblo que salió de la esclavitud. Sus opresores les han temido porque no hay símbolo más peligroso que un esclavo que recupera su libertad. Por lo mismo es una lamentable paradoja que el pueblo palestino tenga que luchar contra el poderoso Estado de Israel por un territorio y su libre determinación. Pensando en los pueblos oprimidos, los refugiados y los migrantes del siglo XXI, este 2023, año que celebramos el centenario del nacimiento de Marcel Marceau, les invito a recordar el legado de aquellos cinco años de su revolucionaria e inspiradora juventud temprana cuando, de la mano de un grupo de scouts y de La résistance française, luchó para salvar cientos de vidas, tanto como sus sesenta años de insuperable trayectoria artística en la que con gestos y movimientos —sin mediar palabra— nos hizo reír, llorar y soñar.
Los grupos clandestinos judíos trabajaron en primer lugar para rescatar a los judíos, con la excepción de los comunistas judíos, cuyas órdenes operativas provenían de Moscú y cuyas valientes acciones de resistencia estaban dirigidas principalmente contra objetivos alemanes, la mayoría de los grupos judíos de la Resistencia actuaron para asegurar los objetivos judíos.
Resistance (2020) – IMDb
Esta tradición de liderazgo Scout, que se ha transmitido por generaciones desde el inicio del movimiento, se ejerce y se enseña bajo el principio de aprender haciendo. Esto permite que desde muy jóvenes se puedan hacer cargo de personas menores en excursiones, campamentos y pasar estas tradiciones en entretenidas fogatas con pantomimas, canciones y juegos.