Ni rechazados, ni marginados

Hoy, con la Nueva Escuela Mexicana, se derrumba el mito de los jóvenes “rechazados”. La educación vuelve al barrio, se vive en comunidad y se construye el futuro. La historia deja de escribirse con la exclusión y empieza a escribirse con la corresponsabilidad y la fuerza del pueblo para el pueblo…

Con la puesta en marcha del Bachillerato Nacional de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), que unifica todos los subsistemas de educación media superior y garantiza gratuidad plena, la presidenta Claudia Sheinbaum subrayó que las Becas Benito Juárez y la estrategia “Mi lugar, mi derecho” garantizan que 272 mil estudiantes de la ZMVM ―el pico del bono demográfico mexicano y quienes sostendrán las pensiones de mi generación― tengan asegurado un espacio en la preparatoria pública, además de que podrán estudiar cerca de sus hogares. Estas medidas eliminan exclusiones y reducen desigualdades en el acceso a la educación media superior.

La Secretaría de Educación Pública nació en 1921 como uno de los proyectos más ambiciosos del Estado mexicano: democratizar el conocimiento y forjar ciudadanía. Pero con el nuevo milenio y bajo la bandera de la “calidad educativa” se establecieron pruebas estandarizadas, reduciendo la enseñanza a métricas y convirtiendo la educación pública en negocio y privilegio. Los resultados de esas evaluaciones se usaron para estigmatizar a maestros y alumnos, atribuyéndoles la responsabilidad de carencias estructurales. Este enfoque desvalorizó el papel de los educadores y también generó un entorno de competencia que marginaba a las escuelas públicas con menos recursos, profundizando las desigualdades y abriendo la puerta a la privatización.

La educación pública, que había sido un motor de movilidad social, se convirtió en un instrumento subordinado al mercado, por lo que no fue casualidad que al llegar a la Presidencia Andrés Manuel López Obrador buscara revertir ese modelo tecnocrático. Así nació la NEM, con la primera contrarreforma de su mandato, modificando la Ley General de Educación en 2019, para devolver a la educación su carácter social y humanista.

Con la estrategia “Mi lugar, mi derecho” no solo se asegura equidad, sino que transforma la vida cotidiana de los barrios y colonias, garantizando en la gran mayoría de los casos su primera o segunda opción, a pocos kilómetros de casa. Lo que antes generaba “rechazados” y “ninis” ahora se traduce en inclusión y dignidad. Los estudiantes podrán participar en la vida cultural de su vecindario, y en la economía del barrio para tejer redes de apoyo social para prevenir su exclusión. Se trata de educar en y para la comunidad, evitando el desarraigo y el desgaste asociado a tener que desplazarse grandes distancias.

La NEM va más allá de la redistribución territorial. Su objetivo de fondo es formar, no solo mano de obra calificada, sino ciudadanos críticos, solidarios y con conciencia histórica. Para esto, padres y madres impulsan programas interculturales, colectivos vecinales integran la historia local y cooperativas educativas enseñan prácticas ambientales y solidarias, demostrando que la educación puede colocarse al servicio del pueblo. Esta energía social se canaliza para cerrar rezagos históricos en infraestructura, para fortalecer la formación docente, garantizar financiamiento estable y aliviar las tensiones entre la SEP, gobiernos estatales y sectores sindicales, que ponen a prueba el nuevo modelo.

Otro actor relevante es la CNTE y su Proyecto de Educación Alternativa, que aporta elementosprobados con éxito durante décadas de resistencia: pedagogía emancipadora, escuela como nodo comunitario, educación intercultural y reconocimiento de la diversidad cultural y lingüística de México. Este cruce da lugar a una educación con verdadero rostro mexicano: humanista, popular, democrática y crítica, capaz de dialogar con los retos del siglo XXI, sin renunciar a la memoria y a la dignidad de los pueblos.

La descentralización y autonomía escolar, aunque valiosas para atender nuestra diversidad cultural, también presentan riesgos si no se combinan con una base normativa. Sin un marco curricular central que garantice la formación humanista, grupos confesionales podrían capturar escuelas y subordinar la educación a sus intereses, como ocurrió en Guadalajara con la Iglesia la Luz del Mundo. Por ello, la NEM establece límites claros: contenidos fundamentales obligatorios, reconocimiento de la diversidad local en asignaturas complementarias y vigilancia activa de docentes, padres y autoridades mediante comités de supervisión. Garantizar que la educación sea pública, inclusiva y democrática hace a toda la población corresponsable de su escuela y de la formación de ciudadanos críticos.

Hoy, con la Nueva Escuela Mexicana, se derrumba el mito de los jóvenes “rechazados”. La educación vuelve al barrio, se vive en comunidad y se construye el futuro. El Humanismo Mexicano reemplaza la exclusión y el “échele ganismo” por la dignidad de un pueblo que aprende unido y participa activamente en la defensa de su derecho a educarse. La historia deja de escribirse con la exclusión y empieza a escribirse con la corresponsabilidad y la fuerza del pueblo para el pueblo.

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