En México, el futbol trasciende el terreno del juego: es un vehículo político, un negocio de miles de millones de pesos y un motor de emociones compartidas. Sin embargo, la cobertura del conflicto entre Televisa y Grupo Pachuca, dos gigantes de la Liga MX, ha sido notablemente reservada y poco profunda, a pesar de su relevancia en el panorama futbolístico nacional. Lo que pudo haber desencadenado un debate profundo sobre la estructura del futbol en nuestro país se ha reducido a titulares superficiales, comentarios cautelosos y un enfoque limitado al ámbito deportivo. ¿La razón? Cuando el negocio beneficia a todas las partes involucradas, nadie está dispuesto a profundizar demasiado, salvo honrosas excepciones como el reciente reportaje de Diego Camacho del noticiero Punto de Referencia.[1]
Con el Mundial 2026 en el horizonte, donde México será anfitrión junto a Estados Unidos y Canadá, el futbol nacional no sólo disputa partidos, sino también su prestigio después del fracaso en Qatar y del vergonzoso papel de Televisa en el FIFAGate.[2] En este contexto, ni las autoridades, ni los consorcios mediáticos parecen interesados en visibilizar las tensiones internas de la Liga MX. Sacar a la luz este enfrentamiento comprometería la imagen de México como anfitrión honesto, transparente y confiable de la Copa del Mundo al exhibir no solo una lucha por el poder empresarial, sino también una red de intereses que involucra a las figuras clave de nuestro futbol —que paradójicamente no son ni los jugadores, ni el técnico sino los oligarcas de México quienes controlan a las empresas dueñas de los equipos—.
Televisa ha ejercido durante décadas un dominio indiscutible del futbol en México, controlando clubes, derechos de transmisión y la narrativa oficial. Sin embargo, en los últimos años, Grupo Pachuca —con sus equipos, su innovadora universidad del futbol y un creciente peso en las decisiones de la Liga— ha surgido como un rival formidable. Las fricciones entre ambos son evidentes: desde desencuentros en las asambleas de dueños hasta disputas por los derechos de transmisión y el modelo de gestión de la Liga MX.
Pese a ello, los medios han abordado el tema con muchas reservas y extrema cautela. ¿Dónde están las investigaciones sobre los conflictos de interés? ¿Dónde están los reportajes que analizan el impacto de esta pugna en el balompié mexicano? ¿Por qué no se cuestiona cómo se toman decisiones sobre ascensos, descensos o la distribución de los ingresos por transmisiones o taquilla? La respuesta es incómoda: todos forman parte del mismo ecosistema. Cadenas de televisión, plataformas deportivas, agencias de mercadotecnia, patrocinadores y casas de apuestas concentran los beneficios económicos del negocio. Cuestionar a fondo a cualquiera de las partes implica arriesgar la estabilidad de toda la estructura, de la misma manera que se han mantenido sin mayores consecuencias los escandalosos casos de corrupción de la FIFA por décadas.[3]
Este silencio no es exclusivo del futbol mexicano, es un patrón que se repite en los espacios donde el poder económico captura el debate público. Pero en el caso de este deporte, el costo simbólico es alto: se trata de un juego que ha sido parte de la identidad popular, un punto de encuentro intergeneracional, un espacio de pertenencia. Hoy, ese espacio está secuestrado. La disputa entre Televisa y Pachuca no busca mejorar el juego, ni devolverle la dignidad, sino asegurar el control de un botín disfrazado de pasión.
Pero hay precedentes que nos dan esperanzas. En abril de 2021, Florentino Pérez y JP Morgan anunciaron la «Super Liga Europea»[4], pero bastaron 48 horas de presión organizada por los fanáticos de los clubes excluidos para derrumbar un proyecto abusivo, que traicionaba a la afición.[5] Esa victoria popular demuestra que la afición no está condenada a ser espectadora pasiva. Prueba de esto, también fue la campaña ciudadana #ExpulsemosALaIndustriaDeBebidasEndulzadasDelDeporte, que denunció la complicidad entre la FIFA y Coca Cola, por el uso perverso del deporte y figuras famosas para promocionar productos que dañan gravemente la salud y que son los principales contaminantes por plásticos, y que propone limpiar la cancha de intereses que lucran con nuestra salud y el medio ambiente.[6]
El Pueblo mexicano que, con su organización y movilización, se sacudió de la clase política que impuso el modelo neoliberal y exigió una reforma al poder judicial, tiene el poder y la obligación de transformar también su futbol, que es más que un juego: es una herencia y un derecho cultural que pertenece al Pueblo. Es hora de que la afición, unida, exija un juego limpio, saludable y entretenido.
[1] Pleitos de poder en la FMF podrían poner en riesgo a México de cara al Mundial 2026
[2] El FIFAGate alcanza a Emilio Azcárraga; deja la presidencia de Televisa | Proceso
[3] La FIFA no se toca – El Soberano
[4] JP Morgan y Florentino Pérez se enfrentan a la UEFA para relanzar la burbuja del fútbol – El Salto – Edición General
[5] Superliga europea: las 48 horas que (casi) cambian el fútbol / France24
[6] Organizaciones exigimos sacar a refresqueras de los patrocinios deportivos, incluyendo los Juegos Olímpicos – El Poder del Consumidor